Humildad y liderazgo son
dos palabras muy unidas para lograr los mejores resultados en nuestra difícil
tarea de afrontar, exitosamente, nuestro rol en la vida. Parece que cuando nos
imaginamos la personalidad de un líder, tiene forzosamente que ser autoritaria,
que se impone con su fuerte carácter y personalidad. Mi visión, es todo lo contrario.
Veamos, la principal
virtud de un líder es la de saber
escuchar, reflexionar y actuar en consecuencia. Gracias a la humildad
podemos conocer el límite de nuestras fuerzas en cada momento y situación. Un
líder jamás se considerara superior a los demás, será un socio del grupo siendo
este el que lo perciba con unas habilidades especiales. Es el grupo, el que sin
saberlo, lo considera el líder del grupo.
El buen líder se recoge ante un gran éxito, intenta que
nadie perciba que su actuación ha sido determinante porque el éxito, es de
todos y, como tal, debe ser compartido con todos.
La humildad es necesaria porque
nos hace ver que no existe el enemigo pequeño y, esta cautela, nos será muy útil
para no cometer torpezas irreparables. En deporte es habitual observar que el
que “se lo cree”, está perdido. No
hay lugar para la soberbia en la práctica deportiva, sea la que sea.
El líder usa el don de la
palabra para hacer el bien y, ha de ser muy humilde, para saber callar antes de
hacer el mal a ninguna persona y menos de su entorno. Se distingue a un buen
líder porque jamás usa una palabra
ociosa.
La unión en una sola
persona de la humildad y la firmeza se debe a una causa profundamente
antropológica y bien experimentada: quien no sabe ser humilde en el éxito
tampoco sabrá ser firme o resistente en el fracaso. Pero además, el éxito y el
fracaso siempre van juntos.
El soberbio no solo no escucha sino que ni se
molesta en disimularlo, adopta la postura que nadie tiene que decirle algo que
él no sepa. En ocasiones encontramos personas que simulan estar escuchando y en
realidad les importa muy poco la conversación. Solo esperan el momento en que
termine. Esa es una posición cosmética que no aporta nada y más bien obedece a
un deber de escuchar por educación.
En ocasiones confundimos
persona humilde con alguien apocado y tímido,
despectivamente comentamos que fulano es humilde porque carece de medios
materiales. Ese es un error muy frecuente que debemos abandonar desde el
momento que nos proponemos no realizar juicios de valor con nadie. La humildad es signo de fortaleza,
el orgullo y la soberbia de debilidad.
La falta de humildad en el
líder provoca situaciones de rebeldía que provoca un clima insoportable en el
ambiente laboral. El querer recuperar la confianza y no conseguirlo, genera una
irritación que pagan los demás sin tener culpa alguna. Cuando expresemos una
opinión debemos hacerlo con el corazón y mente abierta para aceptar las
particularidades, la fortaleza y la sensibilidad de uno mismo y de los demás.
La humildad es una
consecuencia de una realidad: Es mucho mas lo que ignoramos que todo lo que
hemos aprendido. Por tanto, el mensaje de la búsqueda de la humildad en el
fondo es la grandeza, es decir que se busca la humildad, para encontrar la
grandeza.
Entonces la humildad
no es un concepto, son muchos conceptos que engloban la sencillez, la
tolerancia, la prudencia, la benevolencia, la cautela, la veracidad, la
sinceridad, es decir el lado bonito del hombre e implica auto sacrificio y luchar
contra el Egoísmo, y el Egoísmo es arrogancia, presunción, avaricia, y un
largo etcétera, es decir el lado feo del hombre.
La humildad incrementa la
inteligencia y, el don de darse, hace crecer la humildad.
Lecciones de VIDA que vale conservar y actualizar cada nuevo día que se nos regala.
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