MAGNANIMIDAD
Otro de los
valores con el que me identifico, es el de la magnanimidad. Cada vez que tomo
una decisión, este valor, me pone en mi sitio. A menudo tenemos la sensación
que estamos haciendo mucho más de lo que realmente nos corresponde y resulta
que nos es así. Afanado con nuestras obligaciones naturales, teniendo en cuenta
que el valor de la magnanimidad no es muy conocido, no asumimos mayor
responsabilidad que la que nos dicta
nuestra conciencia. En ocasiones la conciencia es muy permisiva y rápidamente
llegamos a un acuerdo para cerrar una situación que requiere mucha más atención
que la que precipitadamente prestamos.
El valor de
la magnanimidad nos exige darnos más de lo que normalmente damos. Al ser un
valor puramente espiritual no hace referencia a las cuestiones materiales. Muchas
personas confunden este valor con el de
donar más limosna o ser mas esplendido en los regalos de Navidad. Nada de eso,
la magnanimidad es el valor que hace grande el corazón y sus latidos se aceleran cuando hemos
realizado una acción de ayuda humana. Las víctimas de la catástrofe ferroviaria
de este verano en Santiago de Compostela, tuvieron el enorme alivio de muchas
personas magnánimas que se entregaron para asistirles en la larga noche del
accidente. De una forma espontanea, natural y responsable estas personas nos
dieron un claro ejemplo de lo útiles que podemos ser en momentos en que el dinero no sirve para nada. Es el
buen corazón de las personas del pequeño pueblo de Angrois las que llenos de
riqueza espiritual han dado una muestra del valor de la magnanimidad.
Para los
puristas que piden siempre una definición me cuesta algo de trabajo encontrar
alguna que sea más profunda que la que he podido encontrar. La magnanimidad es
la grandeza y la elevación del ánimo o bien una gran generosidad o liberalidad.
Proviene del latín magno que significa grande. El valor que nos hace dar más
allá de lo que se considera normal para ser cada día mejores sin temor a la
adversidad o a los inconvenientes. Estoy convencido que nadie de los magnánimos
de Angrois pensaron en ser cada día mejor, es más, probablemente ni
conozcan ese valor que los ha impulsado a un acción encomiable. VER VIDEO.
El antónimo
de magnanimidad es mezquindad, eso sí es muy revelador. Una persona magnánima
que en una acción determinada ha dado mucho más de sí misma hasta entregarse
hasta el límite de sus posibilidades se convierte en un héroe. Un mezquino
jamás será un héroe. Esa es la diferencia.
Es normal
que muchos piensen que la magnanimidad es cosa de unos pocos. Yo pienso lo
contrario, el mundo sería mucho mejor si hubiera más personas que pudieran
demostrar ese interior que ellos mismos desconocen y en el que se esconde lo
mejor del ser humano. Este valor cimienta la credibilidad de que los valores no
se compran no se venden no se enseñan y que residen en nosotros. Lo único que
hay que hacer es descubrirlos y, amarlos y aplicarlos en cada ocasión que se nos presenta.
Desgraciadamente,
hay más personas mezquinas que magnánimas, eso desequilibra nuestra estabilidad
social y elimina la potencia de un valor asociado como es el del esfuerzo. No
hay victoria ni buenos resultados sin esfuerzo. Lo que hay es una cultura anti
esfuerzo promovida por cantidad de organizaciones que siempre tiene algo que
ofrecernos para que lo hagamos todo desde el sofá. ¿Tenemos demasiadas
comodidades? Pensemos que nuestras vidas
giran alrededor de algo tan sencillo como un clic. Pulsando algo tan simple se
nos abre un mundo de posibilidades que escapa de nuestras limitadas capacidades. No quiero extenderme
en esta reflexión porque entiendo que da para mucho.
Seamos
sencillos, busquemos la felicidad en nosotros mismos, crezcamos como personas,
como seres irrepetibles que somos. Nacemos como seres singulares pero podemos
vivir como clones.
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