La capacidad y voluntad de un deudor para hacer frente a sus
deudas en el plazo de vencimiento, o la capacidad y voluntad de un deudor para
cumplir los términos de una determinada obligación financiera” Según Standard
& Poor’s
Siempre me ha llamado la atención la práctica de los ratings
en el mercado. Su influencia es excesiva
y muy difícil de limitar. Para los mercados privados, podría valer pero
su incursión en los gobiernos soberanos me parece una frivolidad que algunos países, lo están pagando.
Quiero dejar muy claro que no deseo meterme con los
profesionales que trabajan para estas compañías. Conozco a varios y todos son
excelentes profesionales que, muy posiblemente, no se han detenido a pensar
para quien trabajan. Como decía un fallecido comentarista deportivo: ¿Quién
está detrás de todo esto?
Si hubiera un rating para estas compañías, curiosamente muy
pocas, les darían la máxima calificación (AAA) ya que no incumplen ninguna
obligación de pago debido a los pingues beneficios que consiguen con sus
devastadores informes.
Llama la atención que al corregir la asimetría de la
información entre prestatarios y prestamistas, las calificadoras promueven la
liquidez de los mercados, la actividad financiera y el recorte de costes.
Los Ratings son una
medida eficaz de riesgo relativo. Todos los estudios de impago de Standard
& Poor's han encontrado una correlación clara entre las calificaciones y el
impago: cuanto más elevado es el rating, se observa una menor frecuencia de impago,
y viceversa. Esto sucede en todas las regiones del mundo. En realidad la
regulación financiera ha puesto el acento en los conflictos de intereses y la
idoneidad del desempleo.
Si alguien ponía en duda que los gobiernos están en manos de
los mercados, desobedeciendo un básico principio bíblico, de que los mercados
deben estar al servicio de las personas, los gobiernos eluden su responsabilidad al privatizar el
proceso regulatorio abdicando a una de sus principales obligaciones a cambio de
supuestos beneficios como costos de regulación más bajos, mayor eficiencia y
matices más precisos.
Esta vez lo que yo no me explico nada bien es como después
de este clamoroso fracaso los gobiernos no se deciden a rectificar con urgencia
y proporcionar una solución técnica en lugar de marearnos con inútiles
soluciones políticas alargando la agonía del sistema, socavando las reservas
del contribuyente, hasta no se sabe cuándo.
La verdad es que la desconfianza es total. Pero esta gente ¿no
tiene hijos y nietos para que piensen en ellos y dejen de hipotecarles de por vida?. Donde se encuentran
los valores personales de nuestros políticos para no saber reaccionar a favor
de su propia tribu. Su cheque en blanco no dura toda la vida, caduca el mismo
momento en el que dejan ese cargo que han jurado o prometido cumplir con
responsabilidad, lealtad y equidad.
Los políticos con esta abdicación de responsabilidad han
permitido que los agencias de raiting se hayan convertido en los dueños del mundo. Veamos por qué digo esto:
- · Las calificadoras de riesgo buscan incrementar al máximo las utilidades y el valor para el accionariado.
- · Los sistemas de evaluación y convalidación de las metodologías empleadas, han sido débiles y, en el mejor de los casos, superficiales.
- · En el mercado, si una calificadora pierde credibilidad mas allá de cierto nivel, los clientes la abandonaran y terminara quebrando.
- · Una calificación equivocada (eso es muy posible)puede inducir a error a quienes de ella dependen, con un costo irrecuperable.
- · Los cambios de calificación mueven los mercados, afectando al valor de los activos y, por ende, las exigencias de capitalización.
- · Las calificadoras de riesgo ejercen desde hace mucho tiempo una influencia considerable en los movimientos de los mercados debido a la fe que les tienen quienes exigen sus servicios.
- · La regulación podría ser más estricta.
- · Por ejemplo, las autoridades podrían exigir a las calificadoras más apertura en lo que respecta a su funcionamiento. También se podrían modificar sus modalidades de remuneración para resolver conflictos de intereses.
Lo indignante es que
hay solución y mucho más barata que la de pagar lo que pagamos por cada emisión
de deuda pública. Solo es cuestión de no doblar la cerviz ante gobernantes sin
escrúpulos y demostrar que las cosas se
pueden arreglar de por vida si hay voluntad de hacerlo. De esta crisis
saldremos, casi sin hacer nada, de la próxima será mucho más difícil, si no sabemos
poner en funcionamiento y rápidamente todo lo que debemos de haber aprendido, haciendo
los deberes como personas integras.
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