El “caso Bankia”, el mayor escándalo financiero del país ya es un tema muy usado. No obstante me llama mucho la atención que la
auditora Deloitte sea protagonista al ser llevada a los tribunales mercantiles, que no penales, por determinados accionistas que a mi modesto entender jurídico,
han elegido el procedimiento más costoso, lento, pero más seguro.
Saben lo que
hacen y han medido sus posibilidades de retorno. La demanda se ha hecho
extensiva al “client partrner” Francisco Celma, Socio de Deloitte.
Los accionistas
argumentan que tanto la firma como el socio no han “revisado y verificado correctamente” el
balance del banco correspondiente al año 2011. Ello permitió que Bankia saliese
a bolsa con un informe distante de la realidad y sus accionistas se viesen
engañados ya que la realidad, era otra muy distinta.
Ahora me explico el nombramiento de, Elvira Rodríguez, mujer de peso físico y político que no se, de
que manera, conseguirá hacer converger
el informe que en su momento lanzo la Comisión Nacional de Mercado de
Valores (CNMV) y el Banco de España con el de la auditora Deloitte.
El muy cuestionado Rodrigo Rato,
presidente de la entidad, dimitió días después, el 9 de mayo, y pese a conocer
la situación financiera dijo que Bankia era “una entidad con un nivel de
solvencia muy alto, con una muy robusta situación de liquidez y con una
plantilla de profesionales espléndida que sirve a 10 millones de clientes y a
400.000 accionistas”. La situación era tan solvente que dieciocho días después,
el 27 de junio, la entidad fue nacionalizada. Esta postura es de dudosa
moralidad y denota una importante falta de ética que le podría costar un
disgusto a este “animal político”
Nadie a estas alturas discutirá que hay caso y gordo. Todas
las comparaciones suelen ser odiosas pero esto, cada vez más, me recuerda al famoso y desgraciado caso ENRON. Bankia a
la española y ENRON a la americana. Solo cambian las cantidades defraudadas,
620 mil millones de dólares para la primera y 24mil millones de euros, para la
segunda, así como el número de personas desposeídas de cualquier valor personal,
en ambas. Hasta la auditora coincide en el escenario, solo que esta vez con
otro collar. Recuerden, la extinción de
Arthur Andersen, cuyos profesionales se cobijaron a la entonces casi
desconocida, Deloitte and Touch. Estoy convencido que las consecuencias no
serán las mismas. Aquí no se esclarecerá nada y los responsables, en lugar de ingresar en una penitenciaria, lo
harán en un Spa de cinco estrellas, para quitarse el estrés de encima.
Mientras haya mayor número de personas que ofrezcan esta
pésima ejemplaridad, las cosas nunca
podrán ir bien. Mientras no podamos
decir a nuestros hijos que se fijen en el
buen ejemplo que dan, fulano, zutano y, para de contar porque no hay más
de dos o tres, no hay nada que rascar.
Lo vemos en los periódicos, televisiones y radios, no
hay personas que puedan dar un
testimonio razonablemente correcto y en el que poder ir haciendo escuela.
Ocurre todo lo contrario en casi todos los medios, las personas están
dispuestas a entregar su dignidad a cambio de dinero y popularidad. Los
consejeros de Bankia a entregar su dignidad –si es que la tenían- a cambio de
decir que eran idiotas y por eso no conocían la situación de la entidad.
Los jóvenes, en edad de comerse el mundo, al fijarse en la notoriedad de ciertas personas, solo ven
muñecos de barro faltos de valores
personales. Una gran parte de nuestra juventud se siente frustrada y engañada
con estas malas prácticas lejanas a la ejemplaridad que deberían tener de sus
mayores, en ocasiones, familiares. Es muy importante evaluar las consecuencias
que vayan a tener nuestros actos, nuestras decisiones; toma mucha fuerza esa
frase del Evangelio. Dice Jesús: Es imposible que no vengan escándalos; pero ay
de aquel por quien vienen. Más le
valdría ajustarle una piedra de molino y arrojarle al mar, que escandalizar a
uno de esos pequeños. Y termina con esa advertencia: andaros con cuidado. (San
Mateo)
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