Hace algún tiempo que el mundo ha cambiado, algunos han sabido anticiparse y otros lo están intentando. La aceleración producida por la era del conocimiento y la tecnología ha superado cualquier expectativa tradicional. Hoy los entornos son complejos y no suelen mostrarse con transparencia, todo ello dificulta la gestión de los responsables que dudan de su capacidad para enfrentarse a lo que ya podemos llamar como un cambio de paradigma. La eficiencia, la efectividad y la sostenibilidad son tres conceptos que requieren metas y objetivos compartidos y redes de trabajo perfectamente coordinadas. Todo ello gestionado por personas resilientes preparadas técnica y personalmente para hacer frente a una responsabilidad que requiere integridad y coherencia.
Los cambios demandados se han producido a una velocidad de vértigo y no tengo la certeza que hayan podido ser abordados con el rigor necesario. Observo más gente pendiente de que le solucionen su problema que otros dispuestos a introducir nuevos conceptos organizacionales, lo que ha implicado generar estrategias de transformación muy rigurosos. Atrás quedan conceptos como la gestión del cambio que han requerido transformaciones importantes para enfrentarse a un cambio de paradigma como el que se vive en estos momentos.
El mundo es posible que cambie, pero solo de traje, nosotros somos los que debemos cambiar en nuestra forma de pensar. Tenemos que revolucionar nuestros parámetros de medir. Las cosas ya no son iguales, las personas tampoco y el entorno se presenta como un fantasma que no quiere ser descubierto a ningún precio. Hay una serie de valores que han perdido vigencia y urge renovarlos por otros; el problema es encontrarlos y saber sustituirlos para ser más eficaces. Es ahí donde hay que poner el acento para ser capaces de gestionar los medios con la suficiente coherencia para transformarlos en fines.
Para mejor entender el cambio económico que estamos apreciando, conviene analizar la transición que se produce desde la MANU-FACTURA A LA MENTE-FACTURA. La fuerza laboral sufre una presión que la descuelga de las prioridades esenciales haciéndose relativamente poco para acertar con el tipo de conciliación idónea.
El cambio entre las formas rígidas del pasado a las formas plásticas del presente gracias a las redes de comunicación, genera un nuevo modelo socio económico, conocido por economicismo que da culto a los funcionamientos y no a las realidades puesto que solo admite el valor del cambio. Ya podemos adelantar que el economicismo es ideológico y por tanto no debemos afirmar que sea una teoría o una doctrina. Cada fallo de coordinación que se produzca tiene un costo, visible o invisible, que merma las utilidades de la organización. Solo podremos salir airosos, cuidando los aspectos de sostenibilidad (decisiones acertadas) y sustentabilidad (gestión de procesos a largo plazo)
Para concluir voy a dar algunos consejos que, giran como no, en varios ejes en red.
· Introducir cambios profundos en el modo de entender la empresa.
· No basta progresar desde el punto de vista tecnológico y económico.
· Hay que fomentar la búsqueda del sentido de lo correcto.
· Interiorizar y gestionar los mecanismos de viabilidad.
· Crear estructuras planas, organizadas por procesos y relaciones, con alta coherencia y congruencia.
· La competitividad a ultranza destruye a ambos contendientes si no está superada y modulada por la solidaridad.
· Invertir tiene siempre un significado ético.
· Humanizar la empresa con la gratuidad como factor imprescindible.
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