Tanto en EEUU como en Europa las medidas sociales no sirven
para nada. Es dinero lanzado por el sumidero. Solo basta conocer las multas que
las grandes compañías reciben a diario de los organismos competentes por
infringir normas.
Expertos en esta cuestionada práctica se ocupan en realizar
encuestas estudios y demás esfuerzos para
justificar el sí, pero no.
Si a estas alturas de la película todavía nos preguntamos
qué deben hacer las multinacionales ante violaciones de DDHH en la cadena de
valor, mal vamos. Asegurarse que el país tiene regulación, supervisión, control
y penalización adecuados a los estándares internacionales de la industria es,
perder una respetable cantidad de tiempo. Un país que fehacientemente cumpla
con estos estándares, deja automáticamente de ser competitivo y, si dice que
los cumple y no lo hace, está mintiendo con enorme responsabilidad ante
terceros.
Si las multinacionales permanecen en el país y trabajan con
las autoridades, la sociedad civil, los suplidores, otros compradores y
vendedores, para mejorar las condiciones de seguridad de la producción, aunque
ello requiera invertir tiempo y dinero, sin importar la intensidad de su
involucración, es lo mismo que no deslocalizar la producción. En este caso se
recuperaría la industrialización perdida en los países desarrollados que, por
otra parte, tanto daño está haciendo
gracias a esta locura de alimentar
mercados emergentes perjudicando seriamente nuestra propia economía.
Si pensásemos en canalizar esfuerzos en la humanización de toda la cadena de valor, las
cosas cambiarían con un sentido que todos podemos entender. Si la persona es
considerada un ser libre, dotado de inteligencia y voluntad puede orientarse,
por si misma, hacia los fines o valores. Por lo tanto, solo la persona, puede
participar, como sujeto activo de los valores en sentido restringido. La
persona puede orientarse libremente hacia los valores. He aquí por tanto, una
raíz de incomparable valor de la persona.
Parece muy claro que hasta que no otorguemos un protagonismo
en valores a la persona será muy difícil ganar las batallas que se nos van
presentando. Tampoco resulta fácil abordar esta cuestión pero tiene mejor
solución que cualquiera de las que conocemos. Es cuestión de difundir la
necesidad de comprender los valores a nivel de afrontar muchas de las
realidades de nuestra vida.
Tanto las penalizaciones a las grandes corporaciones como
las irresponsabilidades en las cadenas de valor industrial son fenómenos que
tienen un responsable directo, el corrupto. Según el Papa actual SS
Francisco, “el corrupto es un pecador
que niega su pecado, no quiere pedir perdón y por eso comete pecados cada vez
mayores”. Conviene recordar que el ser humano se sacia de todo aquello que es susceptible
de terminarse. Las ansias de dinero y de poder no se acaban nunca de ahí que
diariamente aumenten el círculo de
corruptos en el mundo entero. Tal vez inculcando al corrupto el enorme daño que
hacen a la sociedad, sus actos reprochables, y convenciéndoles de la perdida de
dignidad que como persona comete en cada una de sus acciones, se podrían lograr
mejores resultados. Al alcohólico es difícil curarle pero no imposible. Alguna
terapia similar tendremos que poner en marcha
para intentar detener esta plaga destructiva que nos trastorna tanto o más que el
indiscriminado ataque al medio ambiente o el ansia de poder de la clase
política y empresarial.
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