Si gozásemos
del arte de amar lo suficiente nos podríamos convertir en la persona más influyente del mundo. Por el
contrario nuestras fobias nos inhabilitan con excesiva frecuencia y nos relegan
a la mediocridad, lugar en el que no nos
apetece estar. Juan Pablo II, dijo: Tengo
como principio acoger a cada uno como una persona que el Señor me envía y, al
mismo tiempo, me confía.
La persona
prudente evita abrir frentes que no le aporten valor. Hay muchas personas que
por alguna extraña razón se apuntan a cualquier propuesta y luego no saben o no
pueden cumplirla. El tiempo perdido y la frustración adquirida pueden producirle
inconvenientes importantes, convirtiéndole en alguien imprudente.
Una de las
dificultades más grandes en las personas con responsabilidad es la de saber
rodearse de gente correcta, es decir, crear equipo con principios. Hay muchas
razones para fracasar; desgraciadamente una de las más comunes es la de
protegerse de alguien que pueda hacer sombra por su excelente preparación y
otras, la de equivocarse creyendo que habría un buen acoplamiento y al final
resulta ser lo contrario El valor de la prudencia, ayuda a evaluar todos los
escenarios y, resulta fundamental para acertar en una de las más difíciles
acciones, saberse rodear de personas cabales.
Cuando
necesitamos tomar una decisión no suele ser prudente hacerlo online. Luce mucho
pero no suele ser la mejor opción. Vivimos una era en la que todo lo resolvemos
con un clic. Es la lucha del hombre contra la maquina y todavía no se han
establecido unos códigos de convivencia. El ejecutivo prudente sabe tomar
distancia y decidir con sabiduría y talento la mejor opción. Saber gestionar
los tiempos es siempre la mejor opción; este don, no lo suele tener todo el
mundo y es muy difícil adquirirlo si no
se concentra en gestionar una plataforma de valores con habilidad.
Suele
ocurrir que ponemos mucho empeño en el inicio de una iniciativa y esa fuerza no la podemos mantener hasta el
final de nuestro compromiso. Dosificar los esfuerzos para concluir con más
éxito, si cabe, es propio de personas
prudentes y responsables. Solo así seremos dignos de confianza y reconocidos
como tales por nuestro entorno.
La confianza cuesta mucho adquirirla y muy poco
perderla. Seamos prudentes en este importante acerbo que nos distingue de los
clones. Cuantos éxitos han conseguido las personas prudentes y cuantos fracasos
han cosechado los imprudentes.
El buen
carácter y la buena disposición son
estímulos que te acercaran al triunfo.
El buen humor en el trabajo se ha demostrado que es muy eficaz y produce un
efecto contagio, muy positivo. Esta actitud la suelen ejercer las personas
inmersas en el triangulo virtuoso, talento, humildad y esfuerzo. Es curios como
algo tan sencillo de definir es tan difícil de lograr.
Observo con
frecuencia directivos altamente cualificados que pierden su esplendor con el
paso del tiempo. La prudencia también alcanza a este perfil de profesionales.
Son personas que no tienen tiempo para nada, su agenda es un tormento y suelen
trabajar una media de 14 horas diarias. Si tuviera que cuantificar el número de
personas existentes, me atrevería a decir que más de un 50% están contaminadas
con este diagnostico. Son personas que no reflexionan lo que debieran en el
entorno adecuado, sobre todo fuera del lugar de trabajo. No sorprende que su
brillantez sea absorbida por este modelo que desaconsejo absolutamente. Hay
maneras de ser mucho más brillante y mantener ese lustro. Una de ellas es, la
de trabajar la mitad del tiempo. El resto es muy aconsejable trabajarlo con la
cabeza y fuera del entorno habitual.
Todos los
días se nos presentan ocasiones para la confrontación. La deficiente
preparación de las personas con las que tenemos que contactar nos produce irritación que debemos controlar
antes que nuestro interior se llene de odio y caigamos en una situación que más
tarde lamentaremos, por muchas razones. Nuevamente el triangulo virtuoso y
nuestra solida preparación en valores, impedirán que la situación se
descontrole. Solo así evitaremos, algo muy corriente en estos casos, faltar a
la dignidad de la persona. Algo que en todo momento debemos respetar sea quien
sea y haya hecho lo que haya hecho. Si alguna vez has superado esta experiencia
estarás de acuerdo que es más gratificante haber eludido la confrontación que
haber caído en ella.
Cuando
aparece súbitamente, un problema, reaccionamos según lo que aparenta no como es
en realidad. Nuestro cerebro tiende a magnificar la apariencia en una realidad,
negativa, enorme. La realidad es mucho
más sencilla de lo que imaginábamos en un principio. Mostrémonos sencillos y
prudentes ya que son estas las ocasiones
donde se mide la capacidad de las personas. Alguien que muestra una solidez para
no turbarse en ocasiones criticas, gana una estima considerable ante los que le
rodean. Su credibilidad llegara a máximos con este don.
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