sweatshops




¿Cuántas muertes y desesperación ocasionan las personas que actúan incorrectamente? En las grandes catástrofes no hay responsables y ellos lo saben. Por eso actúan con tanta impunidad saliéndose siempre con la suya, una máxima que nunca falla: el enriquecimiento ilícito, teñido con sangra humana. Son los embajadores de la muerte y siembran, con su ambición insaciable,  la desazón entre las familias de los muertos, de los desparecidos y de los heridos de por vida.


Estamos cansados de ver catástrofes colectivas causadas por  negligencias varias. El objetivo, arriesgar vidas humanas para que los responsables de estos abominables actos no puedan ser juzgados. La extensa cadena de posibles imputados impide ejercer la justicia correcta. . Esta vez son personas sepultadas en cemento, aprisionadas por los cascotes de un inmueble deficientemente construido para la cantidad de gente que en él laboraba todo ello por tan solo 29 € mensuales y sin tiempo para descansar.
 Los medios de comunicación nos sorprenden, varias veces al mes, con noticias que nunca quisiéramos ver o escuchar. La ambición desmesurada sigue siendo la principal causa de estas desgracias que nos golpean cada vez que ocurren. Unos mueren porque otros, con su desmesurada amoralidad, han aprendido a delinquir gracias a que  grandes compañías prefieren no mirar lo que ocurre con la deslocalización laboral. Uno de los sectores con mayor protagonismo en esta “economía teñida de sangre” es, el de la moda, impulsado por lo que desde el Vaticano, SS Francisco, asegura hacerse  con el trabajo esclavo.
 En esta ocasión  se vislumbran varios “jugadores” en este escenario caótico. La cadena empieza por la gran empresa que encarga a un intermediario  que se ocupe de fabricar millones de prendas a un precio cerrado y en tiempo limitado. El intermediario tiene varios contactos a cual más insolvente, moralmente hablando,  para ejecutar el encargo en varios lugares de la geografía mundial. Adicionalmente hay un entramado de situaciones que encaja en la cadena de la irresponsabilidad. Autoridades que conceden licencias a instalaciones gravemente afectadas, empresas de auditoría que certifican informes favorables cuando no lo son, gobiernos con una ambición desmedida en conseguir que, su  riqueza país, crezca por encima de su normal y ético desarrollo, intermediarios en cada esquina que limpian las pistas que pudieran resultar comprometidas etc., etc. Toda esta sucesión de malas prácticas contribuye a erosionar el sistema que hace muy difícil averiguar en qué momento se produce el acto de  irresponsabilidad. Acudir a los informes que editan los departamentos de RSC de las grandes compañías  es la falacia mayor del reino. Todo esto es normal porque las personas permiten su autodegradación  como personas y entran en el juego de salvar su salario a cambio de lo que haga falta, todo ello sin molestar demasiado a los altos directivos que prefieren “mirar hacia  otro lado”
Más de 1000 personas muertas trabajaban en el edificio industrial localizado en Dacca, la capital de Bangladesh. El edificio había pasado una auditoría técnica después de la aparición de varias grietas. La coordinadora de una ONG, llamada ropa limpia, comento que el sistema no funciona y que las auditorias, los códigos de conducta así como los responsables de RSC, son insuficientes para acabar con esta insostenible situación contra el bien común.
Intentar buscar los responsable es  loable pero resulta muy difícil  conseguir sentarlos en un banquillo; forma parte del sistema. Tampoco resolvería gran cosa ya que el ser humano es reincidente sistémico. Buscar responsables entre estos cascotes es imposible, no me refiero por causas técnicas  más bien antropológicas. Estoy mirando a estos seres que cada vez tiene menos de humanos, desposeídos de cualquier valor ético moral. Nadie les ha enseñado que, al margen de una preparación educativa general, hay una tan necesaria como la anterior y que al margen de leyes normas, regulaciones y códigos etc.,  hace que la persona se sienta responsable de sus actos. Me refiero a una formación moral  en la que  las personas que yo llamo incorrectas abandonen la única ley a la que veneran, la suya propia.
Curiosamente el conocimiento de las finanzas ha llegado a los colegios del Reino Unido, no sé si para que los bancos no engañen a la nuevas generaciones con productos tóxicos o para que las nuevas generaciones perfeccionen el engaño chapucero y perfeccione la estafa. En cualquier caso sería bueno quedarnos con la primera suposición.
El conocimiento y la formación en  valores éticos también debería entrar en las escuelas de primaria. Nuestros jóvenes, tal vez, conseguirían vivir en una sociedad más justa, más equilibrada, más solidaria y con una vocación más focalizada hacia el bien común.
Las grandes compañías se debaten entre la incertidumbre de hacer algo ante esta situación o continuar en la maraña tan tremenda que se ha formado a nivel mundial por los profesionales de la sustentabilidad y la responsabilidad social que tan escasos resultados está logrando. La mano dura en estos casos, lo hemos visto, no sirve para nada. Es lo mismo que amenazar con un plátano a personajes que ya se lo saben todo. Las organizaciones deberían optar por algo definitivo como el formara a las  personas claves en algo más que la cuestión técnica. Es necesario sacar la ética de las aulas y hacerla útil y necesaria a todos aquellos profesionales que desarrollan cualquier iniciativa con responsabilidad y con la vocación de hacer lo correcto.

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